María Enríquez de Luna, Duquesa regente de Gandia

María Enríquez de Luna (1474-Gandia, 1539), fue hija de Enrique Enríquez de Quiñones, señor de Villada, Villavicencio, Orce y Baza y mayordomo mayor de su sobrino Fernando II de Aragón. Su madre fue María de Luna y Ayala. Ocupó el cargo de Duquesa Regente de Gandia a la muerte de su marido.

María Enríquez

Hacer turismo en Gandia es, además de poder disfrutar de su sol y sus magníficas playas, un auténtico filón para aquellos a los que les encanta conocer un poco mejor y a través de su legado histórico y cultural, los lugares que visitan. Gandia, como ciudad ducal e históricamente ligada a la familia Borja, puede presumir de un legado que no deja a nadie indiferente.

Paseando por sus calles encontramos la escultura de una mujer de aspecto dulce y sereno que sostiene un libro entre sus manos. Es la estatua de la duquesa regente de Gandia, en la plaza que lleva su nombre. Pero ¿Quién era y qué fue esta mujer para Gandia? A través de estas líneas, viajaremos al pasado para descubrir a María Enríquez de Luna, una mujer inteligente, culta, valiente y adelantada a su tiempo, que supo gestionar impecablemente el Ducado, desarrollando una reforma cultural, económica y social que llevaría a su mayor esplendor a Gandia.

Esposa de Juan de Borja segundo duque de Gandia

María Enríquez de Luna nació en 1474. Era hija de Enrique Enríquez, tío de Fernando el Católico, y como tantas mujeres de la época, antes de los 15 años y por razones políticas y económicas fue prometida a Pedro Luís de Borja, primogénito del cardenal Rodrigo de Borja, que poco tiempo después se convertiría en el papa Alejandro VI.

Rodrigo de Borja había comprado para Pedro Luis el Ducado de Gandia, pero este no pudo disfrutar mucho tiempo del ducado ni casarse con María Enríquez, ya que murió prematuramente con apenas 20 años.

Lejos de resignarse a perder los beneficios y favores que suponían para él y para la corona de Castilla el contrato matrimonial con los Borja, Enrique Enríquez y el cardenal Rodrigo de Borja, a quien también le convenía la alianza, prometen a María con Juan Borja, otro de los hijos del cardenal y heredero de su hermano Pedro Luis. 

Así pues, tras su boda en Barcelona en 1493, María Enriquez de Luna, se convirtió en la duquesa de Gandia.

Un matrimonio poco afortunado

Poco o nada tenían en común los jóvenes duques. Juan era arrogante, superficial y mujeriego y no estaba muy por la labor de desempeñar las tareas que su padre le había encomendado: engendrar un heredero y expandir el territorio del ducado. Por el contrario, María era una mujer responsable y de gran rectitud moral, que se tomaba muy en serio su cargo de esposa y duquesa.

A pesar de no ser un matrimonio feliz, en 1494 nacería Juan de Borja y Enríquez, su primer hijo y heredero del ducado. Tres años más tarde y estando María embarazada de su segunda hija, el duque, llamado por su padre para hacerse cargo del ejército pontificio, viaja a Italia. Meses después, en junio de 1497, sería asesinado en Roma dejando a María viuda y con dos hijos pequeños.

Duquesa regente de Gandia

Lejos de arredrarse y acatar los deseos de su suegro, el ya por entonces papa Alejandro VI, de poner a su hijo Cesar Borja al frente del ducado, María, contando con el apoyo de su primo Fernando el Católico, le planta cara, oponiéndose firmemente y haciendo valer los derechos de su hijo Juan como nuevo duque de Gandia, ocupando ella misma el cargo de regente hasta la mayoría de edad del niño.

Durante el tiempo que duró su regencia, María Enríquez de Luna, no solo mantuvo el ducado a salvo para su hijo, sino que lo gestionó de manera eficaz para engrandecerlo y hacerlo más atractivo a ojos de nuevos vasallos. Expandió el ducado comprando varias baronías, incluida la del Realenco, valiosa por su producción de azúcar y llegó a un acuerdo con  el condado de Oliva y la baronía de Palma para modernizar el sistema de riego agrícola, construyendo nuevos azudes y una red de acequias para canalizar el agua y que llegara a todos los rincones de la huerta, acequias que siguen existiendo a día de hoy.

La aportación de María al arte y el patrimonio de Gandia fue considerable. Concluyó las obras de la iglesia, contratando al arquitecto Pere Compte, al escultor Damian Forment y al pintor Paolo da San Leocadio, dando entrada a las primeras obras renacentistas de la época en España. Y finalmente consiguió, a pesar de las desavenencias con su suegro, el papa Alejandro VI, que elevara a la categoría de Colegiata la Iglesia de Santa María.

Sor Gabriela

La fructífera regencia de María duró 14 años. Con su hijo ya casado y con un nieto de meses,  que sería en un futuro San Francisco de Borja, María había cumplido con su cometido. En 1511, yendo un día a visitar a su hija Isabel al monasterio de Santa Clara, decidió quedarse recluida en busca de la paz espiritual que tanto anhelaba. Convirtiéndose, al tomar los hábitos y hasta el día de su muerte en 1539, en Sor Gabriela.

La colección de arte religioso del monasterio se puede visitar en el Museo de Santa Clara de Gandia

Monumento a la Duquesa Regente María Enriquez de Luna frente al monasterio de las Clarisas de Gandia